Nos
levantamos temprano, desayunamos y nos preparamos para ir a Chiloé.
Temíamos por el tiempo porque la noche anterior la despedimos lloviendo,
pero tenemos suerte y ha amanecido sin agua, fresco (3 grados) y con
una niebla que nos acompaña gran parte del camino.
Después de comer en Castro, nada del otro
Nos quedamos con ganas de seguir conociendo La Isla de Chiloé dejándonos mucho en el tintero, pero se nos echa el tiempo encima ya que tenemos por delante casi 500 km hasta Pucón y tenemos que desandar camino para volver a Ancud, ferry y Puerto Montt para desde allí seguir conduciendo por la Panaméricana o Ruta 5. Es una autovía en buen estado, te cobran 1900 pesos cada 100 km y no se puede correr (100/120) porque los carabineros, con sus uniformes verde caqui, están apostados con sus pistolas-radar por el camino. Además hay que tener mucho cuidado con la cantidad de personas que se encuentran andando por el arcén y cruzando, con sus bicicletas a cuestas, la mediana. Cuando construyeron la autovía no debieron de tener en cuenta la cercanía de los pueblos dejándolos separados por esta cicatriz y en la que los lugareños se juegan el tipo cuando van al trabajo y vuelven a su hogar.
Llegamos al hotel de Pucón. Tiene a sus espaldas el Volcán Villarrica y por delante el lago que recibe el nombre del volcán. Pero… no vemos nada por lo tarde que es y la poca luz que hay, tan solo oímos el agua cuando suavemente rompen las pequeñas olas contra la orilla. Mañana os lo contaré.
Cenamos y pruebo el lomo de cordero que tantas ganas tenía de hincar el diente por la fama que tienen estos bichitos en la zona al estar tan cerca de la Patagonia y a pesar del bombo que dio el camarero al plato…. hice agua. Hoy no es el día de las comidas.
Después un trago y a dormir.
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