A
las 5:00 de la mañana y con una temperatura de 7,5 grados vinieron a
por nosotros para ponernos rumbo a los Geysers. Victor, el guía, nos
indica que tardaremos alrededor de 2 horas y que intentemos dormir ya
que subiremos a una altura de 4320 m y el cuerpo sufre menos si llega
relajado; creo que el único que se durmió fue él acostumbrado a estas
carreteras de ripio (gravilla y cantos) casi impracticables llenas de
baches, nieve y obras.
Los geysers se originan al entrar en contacto las aguas subterráneas con las rocas calientes. Los de El Tatio están situados a 90 km al
norte de San Pedro de Atacama. Es el grupo más grande de geysers del hemisferio sur y el tercero
más grande del mundo, tras Yellowstone y Reserva natural Kronotski. Sus fumarolas emergen a través de fisuras
en la corteza terrestre alcanzando temperaturas de 85 grados y unos 10 m
de altura. Su mayor expresión se presenta entre las 6 y las 9 de la
mañana a temperaturas bajo cero. Al llegar marcaba el termómetro -9,7
grados y un rato después -12 grados. Menos mal que nos
compramos gorros
andinos y guantes de lana de llama que nos vinieron al pelo.
Pudimos ver el primer rayo de sol del día (hay que pedir un deseo), además vimos vizcachas, un roedor que parece un cruce entre perrito de la pradera y liebre con el rabo largo, y también vimos uno de los camélidos andinos, la vicuña. Esta tiene una lana muy apreciada ya que es la más suave y de cada animal se puede aprovechar una vez cada dos años. Junto a las fumarolas hay unas piscinas de agua caliente que queríamos haber probado pero con esas temperaturas tan gélidas se nos quitaron las ganas. Allí nos preparó Donato un agradable desayuno con leche calentada en los geysers.
De vuelta paramos en Machuca, un antiguo pueblo minero casi abandonado y que volvió a renacer hace un par de años y que ahora se dedica a la cría de llamas, otro de los camélidos de la zona y de mayor tamaño que la vicuña. En esta aldea probamos la brocheta de llama, muy rica y muy dura (después nos comentaron que era llama vieja) y las empanadillas de queso que nos vinieron de maravilla para calentar un poco el cuerpo y empezar el descenso y regreso a San Pedro. Se me olvidaba, dicen que los geysers son irregulares, inestables, caprichosos, explosivos y fértiles. Victor comentó que es parecido a las mujeres y Mar le fulminó con la mirada....
Pudimos ver el primer rayo de sol del día (hay que pedir un deseo), además vimos vizcachas, un roedor que parece un cruce entre perrito de la pradera y liebre con el rabo largo, y también vimos uno de los camélidos andinos, la vicuña. Esta tiene una lana muy apreciada ya que es la más suave y de cada animal se puede aprovechar una vez cada dos años. Junto a las fumarolas hay unas piscinas de agua caliente que queríamos haber probado pero con esas temperaturas tan gélidas se nos quitaron las ganas. Allí nos preparó Donato un agradable desayuno con leche calentada en los geysers.
De vuelta paramos en Machuca, un antiguo pueblo minero casi abandonado y que volvió a renacer hace un par de años y que ahora se dedica a la cría de llamas, otro de los camélidos de la zona y de mayor tamaño que la vicuña. En esta aldea probamos la brocheta de llama, muy rica y muy dura (después nos comentaron que era llama vieja) y las empanadillas de queso que nos vinieron de maravilla para calentar un poco el cuerpo y empezar el descenso y regreso a San Pedro. Se me olvidaba, dicen que los geysers son irregulares, inestables, caprichosos, explosivos y fértiles. Victor comentó que es parecido a las mujeres y Mar le fulminó con la mirada....
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